Lic Maria Esther Macrino de Garabal
Conciente o inconcientemente permanentemente estamos evaluando, si está bien o está mal alguna acción u opinión, si valoramos o no. Tradicionalmente el término evaluación en el ámbito educativo se asocia con control, con averiguación de cuánto sabe el alumno, si sabe o no determinados temas, si alcanzó o no los objetivos, en término de producto final. Estas concepciones corresponden a un paradigma positivista de concepción didáctica , específicamente al modelo proceso producto donde se considera a la evaluación como una comparación entre los objetivos propuestos y los objetivos logrados, es decir la evaluación como sinónimo de medición
Ahora bien, saber proviene de sabor, el sabio es aquel que saboreó el conocimiento, que gustó del mismo y por lo tanto se lo apropió. Si la evaluación apunta solo al medir y al control, ¿en que medida conocemos si el alumno saboreó ese contenido? Las propuestas didácticas apuntan realmente a esta posibilidad de saborear o se quedan en “el dar” para que otro “trague y devuelva”???. Es desde este lugar desde donde tenemos que empezar analizar el término, a mirar nuestras propias prácticas, a reflexionar sobre las mismas si queremos poder posicionarnos desde otro lugar en el ámbito educativo.
Si yo busco que los niños de niños del nivel inicial ,del nivel primario o los adolescentes de nivel medio se acerquen con gusto al conocimiento, se apropien del mismo con alegría y de este modo aprendan, la evaluación, no podrá ser ya un corte en la situación de aprendizaje, burocrática y temerosa, sino que tendrá que pasar a ser una instancia más de aprendizaje donde el niño tenga la posibilidad de demostrar con confianza y seguridad aquello que ha podido saborear con gusto. Por lo tanto desde este otro paradigma hermenéutico, interpretativo, la evaluación pasa a ser una Valoración, una apreciación del desempeño del alumno que luego por cuestiones de promoción deberemos cualificar o cuantificar.
Es decir que el desafío es pasar de una conceptualización pragmática de la evaluación, como instrumento de control, de medición a una conceptualización reflexiva que nos lleva a abordar esta instancia de la situación de enseñanza aprendizaje desde una valoración, desde una apreciación, desde una reflexión sobre la forma de aprender del alumno y también sobre nuestra propia práctica, en dónde no solo importe el cuánto aprendió sino también el cómo aprendió y donde la misma instancia de evaluación sea también una instancia de aprendizaje
Este es el comienzo de un largo camino, a tratar que los docentes realicen un trabajo reflexivo de sus práctica evolutivas a fin de poder desde la misma innovar , implementar otros instrumentos de evaluación teniendo en claro el tipo de aprendizaje que buscan de sus alumnos